jueves, 2 de enero de 2014

Un vino para cada postre.

¿Postre? Sí, pero acompañado de un buen vino. 
Podemos seguir los consejos de los expertos a la hora de maridar vinos y postres, como tener en cuenta la intensidad del color, o sea, mientras más oscuro sea el color del postre más oscuro debe ser el vino para lograr una conjunción perfecta. También se debe tomar en cuenta la intensidad del sabor y así mientras más intenso sea el sabor del postre, más intenso debe ser el sabor del vino, logrando un perfecto equilibrio capaz de complacer al más exigente paladar.
Vinos blancos.
Un Riesling o un Asti acompañan a la perfección cualquier postre ligero que tenga como base crema de mantequilla o natilla y en los que resalte la vainilla. En cambio si la base es de frutas y canela es preferible un vino Sauternes o un Champagne Rosé.




Vinos Tintos.
Cuando es el chocolate el protagonista principal del postre podemos señalar como un buen compañero a un Pinot Noir o un Shiraz australiano que sólo serían superados por un Oporto.
Vinos de hielo.
El vino de hielo (Ice Wine, en inglés o Eiswein, en alemán) es un vino dulce que bien puede ocupar el lugar del postre, si así lo deseamos. De todas maneras, no dudes de que un Vidal Ice Wine será un fantástico acompañante para un pastel de manzanas o de duraznos.
Vinos espumosos. 
Este tipo de vino, como pueden ser un Champagne, un Cava o un Prosecco, dada su versatilidad es la solución perfecta para combinar con cualquier postre, desde frutas naturales hasta las más elaboradas tartas.

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